sábado, 3 de diciembre de 2016

Aquella..

Aquella muchacha 

"Me gusta el hombre que lucha contra sus vanidades,que trata de dominar sus pasiones,porque ése,es un hombre que aspira a ser bueno,todo lo bueno que  un hombre puede llegar a ser,dentro de sus posibilidades y con sus limitaciones".Con razonamientos como éste,o"la razón de la sinrazón.." q diría Cervantes,acabó Lucía expulsando definitivamente a Miguel a la Calle del Olvido.
Se acabó casando con Manuel, y todo parecía ir viento en popa y a toda vela como suele decirse . 
Mientras tanto, yo también había conocido a un hombre que de príncipe no tenía nada,pero bueno,en aquellos frenéticos años ochenta,las niñas tampoco queríamos ser princesas,como cantaba Sabina.
Quise quererlo y lo quise,sin más. 
En cuanto se enteró mi tío,me soltó aquella frase que hizo que casi llegara a odiarle por hereje,me acordé hasta de Torquemada . "Por la compasión entra la peste"-me dijo-.Ni que decir tiene que me pareció deleznable y ruin.
¿Qué  iba a saber él del amor,si su mujer le ponía los cuernos practicamente desde el primer día de la boda?.
En mi estupidez e ignorancia hasta llegué a pensar que se lo tenía merecido.
Con el tiempo y algo más que una caña,comprendí  que el desgraciado hablaba con conocimiento de causa.
Peor lo tuvo mi amiga Lucía,que tras varias palizas y alguna que otra orden de alejamiento,al final se tuvo que divorciar y hasta tuvo suerte que aquel rufián metido a Quijote pusiese sus ojos en otra incauta,a la que el buenismo de mi amiga quería poner en antecedentes . 
Como pude y a lo Sancho Panza,la disuadí de tan loable intención,pues sabía bien que nadie aprende en cabeza ajena,además aquella pobre desgraciada,a buen seguro tenía ya su voluntad secuestrada,con lo que cualquier argumento que pudiera esgrimir mi amiga,no resultaría en otra cosa q no fuese apedrear su propio tejado.
El despertar fue el de muchas mujeres;la soledad y unos hijos aferrados a sus faldas,recordándole que la vida sigue y que no era tiempo de llorar.
Se aferraba a su taza de café como si tuviese miedo que también la fuese a abandonar.Y las lágrimas que amenazaban con desbordarse de aquellos ojos asombrados,finalmente cumplieron su amenaza cuando "Los Secretos"por sorpresa y a traición tomaron el hilo musical del bar con"la calle del olvido".
Mi tía,dejó de parecerme una mala mujer por adornar tan sutilmente las sienes de su marido,aunque mis sentimientos eran encontrados al respecto,pues mi tío,había intentado disuadirme con aquella pista que resultó más certera que los clavos de Cristo,y el pobre seguía aguantando carros y carretas.Sólo le vi como una fiera el día que la manirrota de su mujer fue a dar con lo que él llamaba su "ladrillo",que no resultó ser otra cosa que el vil metal.Llegaron a las manos y todo,y la historia  acabó con mi tío en el calabozo, mi tía de fiesta durante dos días y luego el perdón y a seguir tragando sapos que  la Ley estaba como estaba y hasta el propio ministro que la impulsó a punto había estado de probar de su propia medicina.
Mientras,mi amiga y yo nos quitábamos la venda que años antes nos habíamos colocado.En un primer momento nos asomamos al vacío,a la nada.Ni rastro del amor,ni de aquellas chiquillas que simplemente se habían ido.Era tal la tensión y agonía que producía enfrentarse a ese páramo tan desolador,que las compuertas de los cielos se abrieron dando salida a un purificador mar de lágrimas,que oportunamente vino a restablecer el equilibrio perdido.
Ya en la noche,a solas conmigo misma,quise imaginar que algún día,cuando sonase la última trompeta,volviese quizás a reencontrarme con aquella muchacha de pelo frito y sesera a juego.Sonreía en la oscuridad de la noche con sólo recordarla.
Pensé en telefonear a mí amiga,que seguro seguía mortificándose con la sombra de Miguel vagando en la noche,pero Morfeo empezaba a acunarme entre sus brazos, y mi mente ya un tanto espesa se empeñaba en reproducir una y otra vez como si de contar ovejas se tratase,los acordes de la"Calle del Olvido".