domingo, 27 de agosto de 2017

En verano

Corría el verano del 84, y yo sólo había conseguido enamorarme del amor, con aquella canción de F.R.David, "Words", era su título.
Tendría unos 14 o 15 años cuando la oí por primera vez en un bar, tomando unos refrigerios con mis padres y unos amigos suyos. Todavía siento ese latigazo que hizo que mi rostro tomara el color de la grana y esa ansiedad por descifrar en alguna mirada algún indicio que me constatase que nadie se había percatado de mi azoramiento.Conseguí relajarme un poco al verlos en alegre conversación. Tranquilamente volví al mundo de las ideas, de las que hablaba Platón, a la búsqueda de lo puro, lo verdadero, que era la esencia de la belleza.
Se despertaron en mí deseos, que sólo en una ocasión, con aquel niño, Valentín, -se llamaba-, apenas se nos mostraron, pero suficiente para despertar en mí esa necesidad eterna desde principio de los tiempos de amar y ser amada.
Un mundo de sentimientos leales, nobles y auténticos. El estado ideal del ser humano.

No tenía novio, ni nadie que me gustase, ni siquiera sabia inglés,pues en esos años, en el colegio teníamos como idioma extranjero el francés, pero me aprendí de memoria como un papagayo aquella canción.
Mis amigas enamoradas discutían e intercambiaban experiencias, sobre ricos paraísos de los que decían haber visto manar rica leche y dulce miel.
Y yo seguía sin enamorarme.

Me ví casi obligada a subsanar esa tara,forzando ese sentimieno,ponerlo en práctica...¿Pero cómo?.

Dos hermanos y un atardecer con un rojo declinar en el horizonte y hermosa paleta de amarillos y ocres, bañando cuerpos áureos llenos de estío, bastaron para al menos intentar engañar parcialmente, a mis sentidos, que me permitieron  acercar a ese mundo platónico, aun sin dejarme entrar en él.  ¡Que prisas Dios mío!.
Hoy se me antojan extrañas.Cuanto menos tiempo queda,más se difuminan,hasta casi desaparecer.

Puse mis ojos en el hermano mayor. Y en una de aquellas interminables tardes, leí en su mirada lo que mi alma había sentido,pero que no obstante con él se me negaba.
Me enteré que tenía novia de las de toda la vida, pero sentí también que eso no sería un obstáculo.
Y en un giro inesperado me eché atrás.
En ese momento no era consciente, pero cuando después del verano me llegó aquella carta de su hermano con unas faltas de ortografía de las que hacían sangrar los ojos, empezé a darme cuenta, aunque intentaba sobreponerme a la decepción.
Le reenvié aquella carta corregida en rojo junto a otra llena de amor y justificando mis buenas intenciones.
Y a Dios pongo por testigo q no hubo dolo por mi parte.
Esperé y esperé contestación, pero en vano.
El silencio fue la respuesta.
Quise llorar, pero no podía.En vez de eso un sentimiento maravilloso de libertad se apoderó de mí, acompañándome de nuevo al mundo de la materia, alejándome de aquel otro al que no conseguí engañar y que se desvaneció ante mis ojos, como una fatamorgana en el desierto.
No, no era amor.Lo supe en el momento en que por honradez y honestidad desvié la mirada de su hermano para ponerla en él.
Ninguno de los dos, teníamos nada que perder.

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